Alejandro Fernández. Publicado en el medio El Líbero el 07/05/2020.
Aunque las reformas políticas -como la rebaja de la dieta de los parlamentarios, el número de estos o el límite a la reelección- parecieran apuntar a problemas reales, es importante no mirarlas como cambios aislados, sino como elementos que forman parte de un todo y que por lo tanto inciden en nuestro sistema político en su conjunto. Bien debiéramos haberlo aprendido después de ver los efectos que tuvo la reforma al sistema electoral de 2015 en la dificultad actual para gobernar el país.
La discusión sobre la rebaja de la dieta parlamentaria, junto con los proyectos que establecen un límite a la reelección y la disminución del número de congresistas, evidencian un problema generalizado en el trabajo de nuestros legisladores. Nos referimos a la dificultad del Congreso y la política para mirar el bosque completo, como si removiendo o cortando un par de árboles no se fuera a producir ningún efecto en el resto del bosque.
Es frecuente ver esto en materia penal. Ante un hecho terrible, de carácter noticioso, se crea un nuevo tipo penal, sin considerar otros tipos penales existentes ni la proporcionalidad de la pena respecto a delitos de igual o mayor gravedad.
En el caso de las reformas políticas, si bien parecen ser muy específicas y acotadas a ciertos aspectos puntuales, la realidad es que cada uno de estos elementos van construyendo un todo, incidiendo en nuestro sistema político en su conjunto. El caso más evidente es el cambio al sistema electoral del 2015, que terminaba con el sistema binominal e instalaba un sistema proporcional que permitiría el ingreso de partidos y sensibilidades políticas hasta ese momento sin representación en el Congreso. No se reparó en el problema de gobernabilidad que podría generar un cambio como ese, si no se modificaban otros aspectos vinculados a la relación entre el Ejecutivo y el Congreso. Es sabido que un sistema electoral proporcional como el actual favorece un Congreso fragmentado, lo que dificulta la construcción de coaliciones mayoritarias que puedan trabajar con los gobiernos para avanzar en la agenda legislativa
Aunque las reformas propuestas apuntan a problemas reales, creemos que es importante
mirarlas en conjunto con otros elementos que configuran nuestro sistema político, como la
duración del periodo presidencial y la posibilidad de reelección, si el presidente se elegirá
conjuntamente con los parlamentarios o no, si se separa la jefatura de Estado y jefatura de
gobierno, en una lógica semipresidencial. Lo mismo ocurre con aspectos relacionados a la
descentralización del país y el fortalecimiento de los gobiernos locales. Todo eso debe ser
pensando de manera global.
Si bien existen buenas razones políticas para acelerar estas reformas, al menos es importante que seamos conscientes de estos otros aspectos, para que una vez que retomemos el debate constitucional más amplio, sea vía reforma o nueva Constitución, nos hagamos cargo de los posibles desajustes.
Aunque cueste comprenderlo, donde se juega parte importante de nuestra estabilidad política y capacidad de superar la crisis actual y encaminarnos hacia un país desarrollado, es en el diseño de nuestro sistema institucional. Tenemos que tomarnos en serio este debate.
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